Epílogo

El Océano Pacífico se abría insondable a mis ojos con los primeros rayos del sol. El bus que me conducía de Desaguadero a Lima había quedado varado por falla de la compresora. En estas cosas hay que ser amigos del tiempo y tener paciencia. De nada servía putear o renegar y estaba de más descargársela con la terramoza que volvía a poner la película Robin Hood para apaciguar los ánimos luego de varias horas en el olvido de un acantilado pasando Camaná.

Tomé una serie de buses desde Paraguay para llegar hasta aquí. La bici, desarmada, yacía casi inerte en esa insensible bodega y las ganas de armarla y tirarme cuesta abajo una vez más eran tremendas. Hace unas semanas recibí una noticia sobre otro viaje – de motivo académico- que me llevará a las selvas de otras latitudes en el hemisferio norte y las necesidades de estar en Lima para el papeleo eran inevitables. Es así que un capitulo se cierra y otro se abre.

Mis ojos seguían remojándose en la espuma blanca que abrazaba a los peñascos negros desamparados en el universo verde azulado. ¿Puedes llegar allí abajo?, me preguntó una pareja de ancianos de Bolivia que estaba, a mi lado, contemplando la inmensidad. No puedo señora, lamente cortésmente mirando las olas en sus marchitados ojos. Esa agua blanca que está abajo… esa agua es buena para el mal del corazón. Le tomas en una botellita…

Y así. Viendo el mar, escuchándolo; una a una fueron viniendo a mi imágenes de lo vivido estos 4 meses de pedalear incesante por las venas de Sudamérica. La marea me fue trayendo todas esas remotas historias mínimas que estoy seguro, renacerán una y otra vez en mi memoria.

Como en su momento, hice un balance de la etapa Boliviana, en las próximas líneas intentaré hacer algo parecido con lo vivido en la etapa Argentina; con la aclaración de que mis palabras pueden o no ser absolutas, y de que toda realidad depende del cristal con la que uno la vea.

Argentina, como toda América latina, es un país de contrastes. Su heterogeneidad de paisajes y de gentes es prueba de ellos. Desde la puna de Jujuy hasta las Yungas del norte Salteño, del Valle de Lerma a los Valles Calchaquíes, de la Selva Tucumana a los arboles de perfiles sin sombra del Chaco, de la región de los Esteros del Iberá hasta la selva Paranaense en Misiones, hay contrastes. A lo largo de su historia Argentina ha tenido grandes procesos de colonización que hoy día se ven reflejados en ese crisol de razas. Descendencia europea, aborigen, y otras. Después de este viaje miro al país con ojos distantes al que vi cuando conocí Buenos Aires hace un par de años. No mejor, no peor, una perspectiva distinta, mas holística.

El conocimiento de la Amazonía se limita –en casi todos los casos- en la existencia de un río llamado Amazonas y de bosques en Brasil. Las charlas en los centros de educación así como las conversaciones con la gente me dieron esa mirada. Es interesante sí, que mucha de las especies de fauna silvestre fueran identificadas por los chicos al estar ellas presentes en eco regiones como el Gran Chaco Americano y la selva Paranaense.  Sin duda, fue un reto no solo hablar de Amazonía sino también llevar la discusión a un nivel más local, tocando componentes del paisaje propio y tratando de despertar el interés. Significo además, un aprendizaje continuo y responsable dado que no podía hablar de algo que no conocía. Es así que tuve que prepararme leyendo mucho sobre regiones como el Gran Chaco, la selva Paranaense, y otras. Y posteriormente, ir contrastando esa información con el acercamiento diario que tenia con la gente y el ecosistema.

La realidad, en el caso de Jujuy por ejemplo, es que los campesinos que antes hacían los surcos en la tierra de sus padres hoy solo son sirvientes de empresarios foráneos que compraron tierras a precio de regalo (una venta empujada por el hambre y las necesidades), ¿de qué manera se beneficia la gente local con los títulos de “patrimonio de la humanidad” por mencionar el caso de la Quebrada Humahuaca? o en el mismo Tafí del Valle, en Tucumán, donde yendo hacia el Este los relictos de bosques desaparecen mientras los grandes cultivos de caña de azúcar (véase ARCOR) y de cítricos prosperan. ¿El turismo? Sin duda trae grandes beneficios. Pero ¿qué tanto para la gente local? ¿Quién se lleva la gran tajada del pastel y quien se queda con las velitas? Las cosas están mucho más caras, todo ha subido, me repitieron varias veces en zonas de boom turístico. En las provincias de Santiago del Estero y Chaco, ambas dentro de la eco región del Gran Chaco, la tenencia de tierras es también todo un problema para los pueblos originarios que han visto durante siglos la explotación irracional de sus recursos en pos de un desarrollo que muchas veces solo alcanza para ver como la lluvia de verano se lleva sus sueños. Las grandes trasnacionales de monocultivos como soya hoy en día están poniendo en jaque no solo el ecosistema chaqueño sino también a su gente. La deforestación no solo se limita a eso, está también la tala selectiva de arboles maderables o para la industria del carbón como son los algarrobos, el itin, entre otros. Las malas prácticas de uso del fuego, la caza furtiva, también aportan en desmedro del ecosistema.

En Misiones, grandes parches de bosque han sido remplazados por plantaciones de especies exóticas como el pino. No tengo el dato pero habría que ver si estas plantaciones se están estableciendo en zonas de bosque nativo o en zonas ya deforestadas. Son dos cosas muy distintas. No es lo mismo plantar palma aceitera una zona degradada como hacerlo reemplazando bosque nativo como lo hiciera el Grupo Romero en la provincia de San Martín, en Amazonía peruana.

Por otro lado, hay un sinnúmero de experiencias que hacen que el panorama no sea visto tan desalentador como son el fortalecimiento de los movimientos campesinos (véase el MOCASE en Santiago del Estero), los proyectos de educación bilingüe en Chaco, el bien consolidado sistema de Parques Nacionales, los proyectos de asistencia del estado hacia la gente de menos recursos, los emprendimientos de producción locales, el turismo responsable y con una distribución de riquezas de manera justa, etc.

Con referencia a los parques nacionales, es interesante la oferta en infraestructura y la calidad de vigilancia que brindan. Si se crea un área natural protegida, es para cuidarla y no para que este registrada como un numero mas. Habría que rescatar esa posición del estado en poner en valor su biodiversidad y paisajes. Conservar la naturaleza, la especie tal o el bicho tal… sí, es importante, pero si no genera beneficios para el estado y las poblaciones locales asentadas (dentro o en zonas de amortiguamiento) son inviables y tarde o temprano van a entrar en conflicto.

En cuanto al tema de los planes de asistencia por parte del estado, hay varias opiniones que fui recogiendo a lo largo del camino. Hay quienes están a favor ya que por primera vez el estado se acuerda de los necesitados. Por otro lado, hay quienes están en contra puesto que se beneficia a la gente que a veces no lo necesita. Las dos opiniones tienen ciertamente la verdad, el asunto pasaría por un control más eficiente de quienes son los destinatarios e incluso –como conversaba con Fernando y Silvina en Iguazú- radicaría más en lo moral. Y para eso, ¡qué mejor arma que la educación!

En el epílogo de este viaje solo me queda decir: gracias Argentina. Por los lugares surrealistas que conocí, por las historias que escuché tomando un mate, por los asados con los antes desconocidos (ahora amigos), por el esplendor de los bosques de Tucumán y Misiones, por el canto de las aves en tierra chaqueña mientras el sol incendiaba las sombras del quebracho. Por la gente; desprendida, amiga, y sincera que conocí.

Desde aquí quiero agradecer también a aquellos que estuvieron conmigo desde el principio. A los que se fueron sumando, a los que creyeron, a los que leyeron este diario, a los maestros (incansables) que me escucharon y que confío pueda esta experiencia tornarse o forjar un efecto multiplicador.

Lo escrito aquí, durante estos meses, es tan solo un relato de viajes. Una mirada. No pretendí que fuera menos o mas –solo verdad- que la historia itinerante de alguien que viaje en bicicleta con el corazón abierto y acariciando la tierra –y a sus pueblos- de la mano del viento. Esta historia les toca continuarla a ustedes; en casa, en el trabajo, en la calle, a nivel local o global. Persigan sus sueños. Luchen por un mundo más justo. Nuestro país, América latina, el mundo, y la vida; son libros abiertos. Las decisiones, las palabras… las escriben ustedes.

 Alonso

de vuelta al mar

 ¿Qué es lo que queda atrás cuanto te despides con una risa, una lágrima o un abrazo? ¿Cuánto puede cambiar el curso de tus días la decisión de hacer un viaje?

Escuchas de un lugar del que nunca habías oído hablar, sueñas con punas de silencio, con caminos de tierra que se pierden en el horizonte, con el frío de la cordillera que te abraza hasta dejarte sin aliento. Sueñas con valles fértiles de historias, con gente que se entrega –con una fe inquebrantable –al ritmo de la lluvia, a la tutela de los Apus y la voluntad de la Pachamama.

Sueñas con paisajes sin fecha, con noches andinas que aletean con alas de cóndor, con ríos amazónicos que se platinan cuando muere el día, con tender tu carpa y arrullarte con el llamado de la naturaleza. Sueñas con encontrar la luna en los ojos de una persona, con recoger historias mínimas grabadas en un mate.

Sueñas con comer al lado de una quebrada sin nombre mientras oyes el rumor del agua, sueñas con levantarte y caminar descalzo sobre la tierra húmeda, o jugar tal vez un partidito de futbol con alguna comitiva que te acoge y te pregunta sobre tu tierra.

Sueñas con enseñar cosas y aprender muchas otras, con que mucha gente al escuchar de Amazonía la quiera tanto como suya, la proteja y la recuerde.

Sueñas con pedalear mano a mano con el ichu o entre la niebla de los bosques, con remar brazo a brazo una canoa que se pierde en cada curva de un río que te hace suyo. Sueñas con eso y mucho más… ¿Qué hace falta para que vayas por ello?

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Iguazú. Aguas sin tiempo

Eran cerca de las 4 pm en Puerto Esperanza y había dejado de llover. Era momento para salir antes de que se forme otra tormenta. Me restaban 55 kms. Hasta Puerto Iguazú y si me apuraba podía llegar antes de que caiga la noche. El momento era fantástico hasta que cerca del embalse Urugua-í  se pincho la llanta trasera y supuso un retraso inesperado que vino vestido de oscuridad. Avanzar se hizo algo lastimero y tuve que empezar a caminar –empujando mi bici- sobre la banquina que ciertamente era un pajonal que besaba el monte. Hurones, ardillas y coatíes atropellados hicieron que tome esa decisión.

Una vez en Puerto Iguazú, agotado, encontré refugio en la casa de Fernando Zamudio. Fernando es etnozoólogo, y junto con su esposa Silvina y su pequeño hijo Alfonso, me dieron una mano amiga.

Al día siguiente el objetivo era hacer Cataratas de Iguazú, y así fue. Por las casualidades que tiene la vida, los dos ocelotes que registre en fotografías y video llegaron a la sede de Parques Nacionales del Noreste argentino y es así como Fernanda Fabbio, bióloga que había estado en Perú, se puso en contacto conmigo. Además de la amistad, eso significo un pase de cortesía para entrar al Parque Nacional y poder destinar los 100 pesos (25 dólares) que cuesta la entrada para extranjeros en un mejoramiento sustancial en la dieta alimenticia (venida a menos los últimos días). Sin duda, esos ocelotes del chaco no terminan de asombrarme.

Llegué al Parque Nacional y lo primero que pensé fue que me había equivocado de lugar. Creí estar en Disneylandia con un “trencito de la selva” con turistas de todos lados, entre ellos unos puertorriqueños que cantaban un versión boricua del Alabaré alabaré a mi señor… No podía ser cierto. Y caminando y pensando como seria la selva paranaense hace 400 años cuando los guaraníes vivían en estos montes, es que empiezo a escuchar un estruendo dantesco. Como si el agua bramara. Era la “Garganta del Diablo”. Toneladas y toneladas de agua sin tiempo cayendo y llevándose pensamientos ingrávidos. Una imagen espectacular, una sensación de pequeñez ante la madre naturaleza y la certeza de estar en uno de los lugares más hermosos de la tierra.

Pase todo el día recorriendo los senderos, inmerso en agua etérea  y con lastima por el basalto que recibe –sin pausa- un castigo que se remonta a los albores de este bosque. Ya entrada la tarde, extasiado de agua y un sinnúmero de arco iris multi direccionales, tomé un sendero llamado “Macuco” que llevaba a un salto de agua mas escondido y menos visitado. Coatíes, agutis y pecaríes cruzaban por el camino desentendidos de mi presencia y, ensimismado en el reino verde, disfrute de sus aguas lo que quedaba del día.

Las cataratas de Iguazú están compitiendo por ser parte de las 7 maravillas naturales de la tierra, título otorgado por la UNESCO. Al igual que la amazonía, el lago Titicaca, y otros paraísos terrenales;  merecería sin objeción el título. …Pero, ¿Quién gana con ese titulo? ¿Gana la gente local? ¿Ganan los hoteles Hilton y Sheraton? ¿Gana el propio lugar con un turismo masificado, fagocitario y con tendencias de ser insostenible? Bastaría con ver el caso de Machu Picchu que se acaba de “salvar” de ser nombrado patrimonio en peligro. Todos merecemos (merecen) conocer estos lugares fantásticos y de ensueño, eso no se discute. Lo que esta sobre la mesa es si a este ritmo las futuras generaciones van a disfrutar de lo mismo. O ¿habrá un nuevo concurso de maravillas naturales?

Ya de noche, en el hito de las 3 fronteras (Argentina, Paraguay, Brasil) me siento a meditar –descansar- un poco. Cerca, un japonés resbala dejando caer su costosa cámara y un coro de niños guaraníes eleva un canto dulce – casi una plegaria- hacia las estrellas.

Quiero agradecer desde esta ventana a Fernando Zamudio, Silvina Alonso y el pequeño Alfonsito por su hospitalidad. A Fernanda Fabbio de Parques Nacionales por su ayuda y buena vibra. Felicitar al Guardaparque José Calo por sus fotos sublimes de las cataratas.

Por ultimo, quisiera dedicar esta nota a un amigo forestal que partió mientras mi vista se hundía en el río Iguazú. Mis condolencias a su familia. Coli, gracias por tu sencillez y energía. La vida es un río que nos llevara donde estés. Espéranos con la música de Marley, como siempre, para seguir soñando.

garganta del diablo

irie

garganta del diablo

coati

verde y blanco

cataratas

palmas

agua sin tiempo

paraiso terrenal

arco iris

dosel

añujes

timeless

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Caraguatay. Siguiendo al Che

 

Había amagado llover toda la noche, pero no lo hizo. Acampé cerca a un pastizal y, aparte de que todo podía mojarse, mi preocupación era otra. Si llueve no podes llegar, el camino se hace lodo… me habían advertido. El camino que conducía hacia el solar donde el Che pasó su primera infancia.

 

“Allí en el misterioso Misiones todo es obsesionante: la selva impenetrable llena de enormes arboledas que ocultan el sol con lianas e isipó, el yaguareté, el gato onza, el puma, el yacaré, el anta y el oso hormiguero. Todo en Misiones atrae y atrapa”

 

Fueron las palabras de Don Ernesto Guevara Lynch quien junto a Celia de la Serna emigraron a la selva de Misiones por un emprendimiento de hierba mate a la orilla del río Paraná, en Caraguatay. Luego del 14 de Junio de 1928 cuando nace Ernesto en Rosario, la familia regresaría a Misiones donde el Che pasaría sus primeros años.

 

Esa mañana llegué caminando al parque provincial Ernesto “Che” Guevara dejando la bici en la escuela N°168 “2 de Abril” de Caraguatay donde pude conversar con los alumnos y maestros, y participar del acto por el día de la bandera Argentina. Héctor, guardaparque encargado del museo de sitio, tuvo la gentileza de acompañarme por el predio y sus ojos brillaban cada vez que relataba algo de Ernestito.

 

El Parque provincial está ubicado a 5km de distancia de la ruta 12, justo en el cruce que va hacia el pueblo de Caraguatay. De la casa original solo quedan los cimientos ya que fue mandada a demoler por los militares en la época de la dictadura, allá por los años 70.

 

Pasé gran parte del día leyendo algunos libros, viendo fotografías, pero sobre todo caminando por los senderos e imaginándome como sería la selva de ese entonces, esa que los ojos del futuro revolucionario empezaba a descubrir a orillas de un Paraná majestuoso.

 

Es innegable el legado y el símbolo que representa el Che. Hay muchos que no estuvieron – ni están- de acuerdo con su proceder y lo criticaron, está bien. Sin embargo, para muchos otros (y me incluyo) sus hechos y palabras hacen que soñemos –y tratemos de realizar- lo imposible, como lo es este viaje en bicicleta. Que sintamos las injusticias cometidas contra otros como si fueran propias; que nos acordemos que un país no lo hace solamente su capital, sino también sus geografías y razas internas, sus ríos profundos.

 

Es innegable, también, que muchas de las grandes ideologías del siglo pasado se desplomaron o ya no encajan en el mundo de nuestros días. De todas formas, subyace en cada uno de nosotros –y como colectivo- tratar de buscar la justicia social y la solidaridad, reencontrar ese buen vivir, aprender y aprehender del otro; recordar algo que leí en una reserva aquí en Misiones: la naturaleza no es la herencia de nuestros padres sino un préstamo de nuestros hijos.

 

Desde aquí, un lugar con historia, quiero dedicarle esta nota a mi padre, el poeta Hildebrando Pérez, con quien caminé alguna vez esa vieja La Habana enamorada, escuchando la historia del Che, tantas veces la historia…

 

En silencio, en la terraza, escucho y veo a un pecarí de cuello blanco comiendo un fruto de ananá. Es curioso porque justamente Caraguatay en lengua guaraní significa “agua de ananá silvestre”. Que indómitas son estas selvas y colinas, que parecidas a la Sierra Maestra cubana…

 

Agradecer a Héctor, guardaparque, a los maestros y alumnos de la escuela N°168 “2 de abril” por permitirme participar de su acto patrio. Al Che, por todo…

entrada

seremos como el CHE

Galeano

solar derruido

Carta del che a sus hijos

vista al Paraná desde donde estaba la casa

de Cortazar

MAR

ruta

che

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Misiones

La primera noche en la provincia de Misiones la pasé a la vera de la ruta 12, en la entrada del pueblo Candelaria. Enrique y Noemí, ambos de pasado errante, me hicieron un espacio detrás de su kiosko de frutas. No faltó el mate y la fruta fresca. Los siguientes días los pasé en Oberá donde vive Marcos, amigo biólogo. Las empanadas de Naty, las buenas vibras de Rodrigo, la hospitalidad de Marcos e incluso el encuentro fortuito con Franciska, alemana que había conocido días atrás en Corrientes, marcaron esos días de descanso. Días de sol, buen reggae, e incluso un lomo saltado que conquistó paladares gauchos.

Una característica saltante de Misiones es la presencia de muchas generaciones de migrantes europeos. Una suerte de Oxapampa o Pozuzo peruanos. Bastaría con ver los apellidos de los postulantes a la intendencia y gobernación en los paneles de la ruta: Kloss, Paccalagua, y otros irrecordables.

Asimismo, el paisaje ha cambiado drásticamente. Del llano de Santiago del Estero, Chaco y Corrientes; ahora la ruta sigue como una serpiente que repta entre colinas y lomadas, en tierra colorada. De alguna manera esto ha roto la monotonía del horizonte llano y puesto algunas cuotas de adrenalina. Es así que pague caro desafiando una pendiente pronunciada cerca de Aristóbulo del valle y rodé cerca de 5 metros sobre la calzada. El saldo no fue muy grave: raspaduras y moretones; en la bici: desviador roto (se estropearon los cambios de la catalina), parrilla trasera doblada, rallo delantero roto, cubierta delantera a punto de romperse y manubrio doblado. De alguna manera esto ha limitado los últimos kilómetros, además de andar medio resfriado por pedalear contra el viento (Norte) y recibir algunas lluvias durante las noches.

El lado positivo: caídas de agua cristalina en Salto Encantado y Saltos del Tabay, un descenso memorable desde Aristóbulo del valle hasta Jardin America por el valle del Cuña Piru y aprovechando para conocer algunas comunidades Mby´a.

El paisaje de Misiones cambia de colina en colina en un abanico de sub paisajes como son las plantaciones de pino, bosque nativo, plantaciones de té y hierba mate.

Desde aquí quiero agradecer enormemente a Marcos y la familia Nuñez por su apoyo, a Rodrigo, Natalia, en Candelaria a Enrique y Noemí; a las comunidades Mby´a por su amistad, arte y sabiduría.

Misiones

Enrique

rutas

Oberá, gente positiva

agua de vida

Salto encantado

valle de Cuña Piru

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Caminos del Paraná

Llegar a Itatí me tomó cerca de 5 horas (80 km desde Resistencia). Fue un tramo que lo pedalié sin alma haciendo kilometro tras kilometro pero con la cabeza en Resistencia. Itatí es el centro de la devoción católica de todo el norte argentino y la ciudad atesora una de las obras arquitectónicas religiosas más monumentales de América latina: la Basílica de Nuestra Señora de Itatí. A este lugar acuden, cada año, miles de peregrinos y promeseros en busca de alimentar su fe. Sobre la plaza, al lado de la Basílica pude divisar un lugar que decía “El descanso del peregrino”. ¿Qué mejor lugar para descansar?, pensé. Grande fue mi sorpresa cuando descubrí que a veces la fe tiene un precio: Che, el precio es 25 pesos. Preferí ir a la comisaria, dejar la bici a buen recaudo y acampar frente a la Basílica. Es allí donde conocí a un señor que trabajaba para la municipalidad. Se presentó como Rosales y enseguida nos pusimos a conversar. Don Rosales había llegado a Itatí hace ya muchos años siguiendo una promesa –que tenía nombre de mujer- desde su natal Buenos aires. Al amparo de unos mates hablamos del viaje, del amor, de política y de futbol. Che, escuchá. Hay promesas que solo el tiempo se encarga de cumplirlas. El sahumerio de la iglesia descendía tanto o más rápido que la helada y las campanadas sin tiempo fueron el mejor arrullo para el cuerpo, y el alma.

Al día siguiente salí rumbo a Ita Ibate pero una escala en la escuela N°70 “policía de la provincia de Corrientes” en La Palmira, donde hice una charla y otra posterior en la escuela N°191 “Malvinas Argentinas” donde pernocté, hicieron que los 105 kms de distancia los hiciese en dos días.

Ya en Ita Ibate, un pueblo que vive de la pesca y el turismo, conocí a Don Máximo quien me abrió las puertas de su casa para poder acampar. Un personaje singular sin duda por repetirme incansables veces que había estado en Jerusalén y conocido al papa Juan Pablo II. Los vecinos me decían que don Máximo andaba en pedo hace 3 días, es decir, borracho. Algo que el olor a vino que despedían sus palabras me había hecho sospechar desde un inicio.

Aproveché la tarde y fui a pescar a orillas del río Paraná. Don Maximo había quedado haciendo una siesta etílica y el calor de la tarde hizo inevitable el baño en la playa de arena. De rato en rato uno que otro bote salía a pescar: algunos en la orilla, otros en el medio, y no faltaban los que se iban a la banda del frente, al lado paraguayo. Ya de regreso, con un doradillo de 2kg, me di con la sorpresa de que Don Máximo había despertado, y no solo eso, estaba acompañado de varios personajes extraídos tal vez del cuento de Ali baba y los 40 ladrones. Cada unos mas en pedo que el otro. Faltaban dedos para contar las cajas de Vino Toro y Manojo de uvas, ambos, “vinos del pueblo”. Obviamente nadie le dio bola a mi pescado (para mi suerte) de modo que la cena estuvo de lujo esa noche. Luego de unos brindis pedí licencia para ir a descansar y los deje discutiendo. Eh! Chamigo. ¿Cuánto te quiso cobrar el camping de Don Quico?, preguntó Don Máximo. 125 pesos, respondí ya casi moribundo en mi bolsa de dormir. ¡Qué hijo de puta!, murmuro uno de los presentes. El aquí se queda en mi casa sin pagar nada. Porque yo lo invité. Yo soy una autoridad en el pueblo. Yo estuve en Jerusalén y conocí al papa Juan Pablo II. El me mandó a llamar antes de morir…

Me despedí de Don Máximo con un gran abrazo y salí rumbo a Ituzaingó (a 74 km.) siguiendo por la ruta 12. Llegué en las primeras horas de la tarde y me instalé en el camping municipal que, para mi suerte, estaba fuera de temporada por lo que no me cobraron. Ituzaingó debe su nombre a la batalla librada con Brasil en 1827 y allí está ubicado el complejo hidroeléctrico Yaciretá-apipé, cuyo lago principal cuenta con una superficie de 1600km2.

Me es difícil tocar el tema de las hidroeléctricas sin dejar de mencionar los proyectos que se tienen planeados en Amazonía peruana. Muchas veces estas mega obras son catalogadas como de “energía limpia” pero en un ambiente tan dinámico y complejo como el ecosistema amazónico la cosa no es tan fácil. Además de traer consigo la inundación de bosques y el desplazamiento de las poblaciones humanas locales (“reubicándolas”), afecta hábitats de muchas especies de animales, y altera el pulso hidrosedimentológico  de los ríos; esto es: cambia el nivel del agua en creciente y vaciante, el transporte de sedimentos (material fértil para la agricultura en zonas bajas), corta la migración de los peces migratorios (grandes bagres) y con ello vulnera la soberanía alimentaria de la gente que vive de los recursos hidrobiológicos. Además, estos grandes cuerpos de agua favorecerían el incremento de emisión de gases que contribuyen al calentamiento global, y la proliferación de los vectores de dengue y malaria. ¿Es entonces esto “energía limpia”? ¿Desarrollo? ¿Para quién o para quienes? ¿A qué precio? Es necesario preguntarse todo esto  y ponerlo en la balanza si es que queremos alcanzar el tan mencionado “desarrollo sustentable” (económico, social, ambiental).

Pasé dos noches en Ituzaingó y allí conocí a Franciska. Viajera alemana que venía de estar 2 meses en la Antártida. Al tercer día el viento Este, que lo tenía en contra, había calmado, y le metí pedal todo el día bajo un cielo con amagos de lluvia. A lo lejos, la tierra colorada, característica de Misiones, me daba la bienvenida.

Quisiera agradecer a los maestros de la escuela N°70 en La Palmira, a la directora Rosario Meza de la escuela N° 191, a los alumnos. Y a todos los amigos que hice en este tramo de la ruta.

Corrientes

Itati

Basílica

atardecer en el Parana

Ruta 12

Escuela correntina

Ita ibate

luz que cae

silencio

Don Maximo

Ruta 12

Ituizangó

Ituizangó

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Resistencia

Resistencia. El solo pensar en ese nombre enigmático me hacia reflexionar en todo lo acontecido hasta ahora en el viaje: Un camino de mil rostros, un sendero de muchas voces. Un silencio que habla por las mañanas con aire de monte y aromas de polen trashumante. Un río que avanza –como la vida- a veces lento, a veces rápido, sin mirar atrás. Una mano calida que te acerca un mate y, con el, su historia.

Llegué a Resistencia, capital de la provincia Chaco, un viernes cuando la ciudad dormía la siesta. La alegría de encontrarme nuevamente con una persona que quiero mucho, opacó el agotamiento producido por 120 kms. sin detenerme desde el Parque Nacional Chaco. Desde entonces he estado descansando alejado del pedal, recuperándome físicamente y preparándome mentalmente para lo que se viene. ¿Qué viene? Por ahora cerca de 700 kms. Hasta las cataratas de Iguazú, saboreando las 2 ultimas provincias del noreste argentino: Corrientes y Misiones. Una vez allí, veremos que es lo que sigue.

La ciudad es relativamente moderna a diferencia de la ciudad de Corrientes, capital de la provincia del mismo nombre que data del siglo 16, ambas separadas por el río Paraná. Si pudiera describir a Resistencia en una palabra esta sería: arte. La ciudad respira arte. Ya sea en sus innumerables esculturas, en el Museo del Hombre Chaqueño, en el Museo de Bellas Artes, en la plaza 25 de Mayo, en el Fogon de los Arrieros, en la Pergola del Artesano con sus domingos de musica chacarera y chamamé, en sus parques y peatonales. No por nada Resistencia lleva el titulo de “capital nacional de las esculturas”.

Un evento que tengo que resaltar durante mis días aquí es la celebración del 25 de Mayo (fecha patria) que tuvo como principales actividades la visita de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el amistoso internacional de futbol entre la selecciones de Argentina y Paraguay. Era la primera vez que el equipo nacional jugaba en la provincia de Chaco, lo cual despertó una gran expectativa. A su vez, se inauguraba el estadio del club Sarmiento, uno de los mas populares de la provincia junto al club Chaco For ever. Es así que tuve la suerte de asistir al estadio y ser parte de ala fiesta deportiva donde el resultado fue favorable para la selección local. Resulta impresionante la pasión que hay por el futbol en Argentina. Ya me había tocado vivirlo hace unas semanas en un local del pueblo Quitilipi mientras veía el Boca- River, y con la selección no fue diferente. Borges dijo una vez que el futbol es popular por que la estupidez es popular. Cierto o no, para mi el futbol es un elemento unificador y no hay que ser magos – solo haber pateado un balón alguna vez en la vida- para comprobar eso.

En unos días Resistencia quedará atrás, sin embargo, las resistencias de mi viaje  seguirán – intactas- hacia el sol que nace, rumbo al oriente. El Chaco murmurará atrás mío por los días que me prestó y los caminos del Paraná podrán borrar las huellas que dejé. No obstante, quedará grabado en el marfil del tiempo lo hasta ahora aprendido y sufrido, lo conocido y desconocido; y, sobretodo, lo que uno puede llegar a soñar en la noche chaqueña. Esas noches de cielos – y ojos- azules donde el corazón canta, y teje.

Desde aquí quiero agradecer a Carolina, la luz que me trajo al Chaco y las alas que le faltan a mi bici. A su familia, por su amistad y cariño.

casa de gobierno

plaza 25 de Mayo

río Paraná

atardecer río Paraná

Paraná teñido de rojo

chaco

Fogon de los arrieros

fogon de los arrieros

cena

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Parque Nacional Chaco y el llamado de la naturaleza

Hice poco más de 100 Km. Desde Quitilipi hasta la localidad de Capitán Solari y 5km mas hasta la entrada del Parque Nacional Chaco. Era ya de noche y luego de instalar mi carpa, caí rendido ante el cansancio.

El Parque nacional se encuentra en la región del Chaco húmedo cuya vegetación típica está constituida por un mosaico de formaciones en el que isletas de bosques de quebracho colorado chaqueño (Schinopsis balansae) se alternan con sabanas de palmeras de Karanda (Copernicia alba)y con humedales. La distribución de estas unidades en el chaco húmedo depende fundamentalmente de la topografía del terreno, así como de los gradientes de salinidad y humedad del suelo. De este modo, los quebrachales se desarrollan en las zonas más altas libres de inundaciones, los palmares en declives, y las zonas más bajas, sujetas a inundaciones durante una parte del año quedan ocupadas por los humedales.

La mañana siguiente, hable con los guadaparques y pedí información sobre las trochas. De inmediato empecé a caminar en silencio por los senderos –así lo aprendí con los Awajun del río Cenepa y posteriores experiencias de campo- y grande fue mi sorpresa cuando pasada 1 hora aproximadamente veo que un animal venia en mi dirección. En un primer momento pensé que era una taiga o hurón (de la familia de los mustélidos) hasta que la luz incidió en su pelaje amarillo y negro, descifrando el misterio. Un tigrillo venia despacio por la trocha y pude tomarle algunas fotos antes de que se perdiera en la espesura del monte. Extasiado por aquel encuentro empecé a caminar viendo las fotos y en el momento en que estaba agradeciendo a los dioses por aquel encuentro, algo me hizo levantar la mirada y ver nuevamente el fondo del camino de tierra. Era un segundo ejemplar, más grande, un macho que probablemente seguía los rastros de una hembra (la anterior). Dado que lo vi antes de que él me viera, me quede quieto, respirando de pocos, y filmándolo. Yo tenía el viento en contra, pero en este caso a mi favor ya que el animal no podría olfatearme tan fácilmente. Se siguió acercando y ya cuando lo tuve a pocos metros tuve que hacerle un ruido para que sepa de mi presencia. Si bien es poco probable que ataque –no tiene el tamaño de un jaguar- a la naturaleza se le respeta, bajo todas sus formas.

Fue uno de los días más increíbles de mi vida, de esos que sientes el poder y el llamado de la naturaleza, de esos que tienen la sensación de ser irrepetibles, y comparado tal vez con el encuentro que tuve con un puma en las selvas de Tambopata en Madre de Dios.

Llegué al campamento y conversando con los guardapaqrques resultó que es uno de los pocos –sino el único- registro visual de esta especie en el parque.  Esa noche me la pase meditando y agradeciendo haber estudiado ing. Forestal. Profesión que me ha dado las mayores satisfacciones de mi vida al caminar los bosques y senderos donde alguna vez estuve, el haber conocido gente fantástica y trabajar en los lugares más prístinos que uno pueda soñar.

Los días siguientes estuvieron plagados de encuentros no menos interesantes como venados, armadillos, caimanes, monos aulladores y demás especies de estos montes. Sin duda el P. N. Chaco es una isla viviente en lo que hasta ahora pude notar: desmonte, grandes extensiones de soja, y ganadería.

Algo que es necesario resaltar desde estas líneas es la infraestructura e inversión que hace el gobierno argentino por la imagen de sus áreas naturales protegidas, a la larga, imagen del propio país.  Resulta penoso aun oír del eximio presupuesto que el gobierno peruano otorga a sus áreas protegidas. Nuestros gobernantes poco parecen conocer de lo importantísimo que es conservarlas: conservan la biodiversidad y ecosistemas, resguardan hábitats de especies en peligro, preservan los grandes escenarios naturales de un país, promueven el desarrollo sustentable, garantizan la diversidad cultural y facilitan la investigación científica, la educación y la recreación. El Perú se jacta de tener cerca del 15% de su territorio bajo alguna categoría de protección, sin embargo, ¿cuántas de ellas siguen siendo parques de papel? Solo una comparación: el parque nacional Chaco tiene 15 mil ha. Y cerca de una docena de guardaparques. El parque nacional Yanachaga chemillen, en Perú, tiene 122 mil ha. Y sus guardaparques se cuentan con los dedos.

El coro matinal de los monos aulladores, los quebrachales con siglos a cuestas donde dormía la siesta, las fogatas a orillas del rio Negro, los días que salía muy temprano y regresaba –luego de almorzar en el monte- al caer la tarde, quedaran grabados para siempre.

Desde estas líneas quisiera saludar y agradecer a mi hermano Matías, con quien aprendimos hace ya varios años a leer –y querer- el bosque; a mi profesor de fauna silvestre en ciclo de campo, Pedro Vásquez, un maestro. A los guardaparques del parque nacional Chaco. A todos aquellos con quienes camine por una trocha, a aquellos quienes aman y defienden su profesión de campo, sus convicciones, y quienes –tanto como yo- sentimos ese llamado constante de la naturaleza.

luna del chaco

margay

palmeras karanda

venado colorado

transicion pastizal quebrachal

tatu mulita

yacares

puente

parque nacional chaco

 

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Nouyi enatxoroma lava

Un sendero de tierra me condujo a la Colonia Lote 14. Don Felipe Valdez se había acercado a la radio el día anterior a invitarme a su casa y conocer la comunidad, proposición que no dude en aceptar.

La comunidad esta constituida por 12 familias que pertenecen al pueblo aborigen Mocoví o Moqoit, quienes -como otros pueblos del Gran Chaco: Toba, Pilagá, Wichí, entre otros-  no han sido ajenos a los procesos históricos y cambios que se dieron en la región. Comenté en un post anterior el desarrollo de la industria forestal argentina sobretodo relacionada a la explotación del árbol de quebracho. Así también, están el obraje del algodón y la caña de azúcar, el trabajo asalariado en fincas de poroto, la inserción laboral dentro del sector estatal, entre otras actividades que fueron rediseñando el modus vivendi de los pueblos originarios a lo largo de los años.

Pasé toda la tarde con Felipe; escuchándolo, caminando entre árboles melíferos y frutales de naranja y pomelo, tratando de aprender y aprehender todo lo que decía. Gentilmente –casi paternalmente- estuvo enseñándome algo de la lengua con ayuda de un libro ilustrado de la escuela bilingüe de la comunidad. Sus hijos, del otro lado de la mesa, se reían por algunas malas conjugaciones que hacía e imaginándome, tal vez, metiendo la pata en alguna conversación. Lo cierto es que no es fácil –para mí y para ellos- reducir o abstraer una lengua que por generaciones ha sido transmitida de manera oral, a una forma escrita. Y esto, de alguna manera, lleva a los educadores y a los profesionales de campo a repensar la forma como es socializada la información que muchas veces es recabada en inventarios o estudios que hacen in situ.

Seguí conversando con Felipe y con más confianza empecé a preguntar cosas mas propias y centradas en su cultura. Como son las actividades de la marisca (caza, pesca y recolección), mitos, y otros. Y encontré algunas cosas interesantes como por ejemplo que la caza del tatu (armadillo en amazonía) se realiza inundando su madriguera, esperando a que salga para golpearlo; cuando en la región amazónica es hostigado con fuego para que salga de su escondite.

Pude notar también –como menciona Gordillo en su libro: En el Gran Chaco: Antropologías e historias– la presencia de una “dialéctica del extrañamiento”. No espacial como menciona en su trabajo de campo con los Toba, sino temporal. Esto es referirse a un pasado común de dos maneras distintas, excluyentes pero a la vez superpuestas. Muchas veces, Felipe y sus compañeros, se refirieron a los antiguos ó a los tiempos pasados como: cuando no éramos civilizados ó como gente muy sufrida. Y por otro lado, surgían comentarios como: los antiguos vivían mucho tiempo. Antes había monte. Los antiguos no morían de hambre porque conocían la marisca.

Los Moqoit y demás pueblos aborígenes que viven en esta parte del chaco húmedo siguen reconfigurándose y adaptándose a los “nuevos tiempos”. Tal vez no con el protagonismo que se merecen por no reconocérseles muchas veces el derecho consuetudinario de la tierra.  Sin embargo, ahí están. Sobreviviendo en algunos casos con la política de “planes” desarrollada por el gobierno argentino (una suerte de subsidio económico por natalidad, escolaridad, etc.) pero no bajo una óptica integral de desarrollo “propio”, cultural y ecosistémico.

 Abejas de don Felipe

El viento como su alimento

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Villa Berthet

Luego de pasar dos días en Villa Ángela con la familia Tessaro (padre y madre de Mariela, guardaparque de campo del cielo) partí hacia Villa Berthet haciendo unos 58 km, pasando por los pueblos de Enrique Urien y Samuhu. Esa mañana había tenido una charla fantástica con los alumnos de la escuela N°29 Colonia Juan José Paso y donde pude apreciar el trabajo comprometido en temas como reforestación y biohuertos en la escuela.

Villa Berthet me recibió con un arco iris pocas horas antes del atardecer. En la comisaria me acogieron amablemente y en el pueblo ya se empezaba a comentar que había un peruano merodeando en bicicleta. Tuve la oportunidad de ser invitado a la radio FM Cristal 104.3 mhz y compartir con los oyentes algo de mis experiencias en el viaje y de la realidad amazónica. Grande fue mi sorpresa cuando –en vivo- llamaron a mi casa en Lima y pude hablar con mi familia. Fue algo muy emotivo luego de estar varios meses sin conversar con ellos. A partir de ese momento, Villa Berthet –y su gente- empezaron a grabarse cariñosamente en mi memoria.

A pesar de cargar con un resfrió severo producto de una tormenta y mal tiempo durante varios días, me llevé el mejor de los recuerdos de esa localidad.

Desde aquí quiero agradecer al comisario Rodriguez y los oficiales que me acogieron con muy buena onda. A Pedro Farias de www.cadenasurchaco.com.ar, a Luis Encina de la radio Cristal. A Toto Castillo y su linda familia de corazón inmenso.   A Victor Kujañuk y familia. A aquellos que se acercaron a la radio o mandaron mensajes de buena suerte y felicitaciones para el proyecto. A Ana Grynczuk, directora de la escuela N° 452 «1ero de Junio» y maestros. Y, sobretodo, a los alumnos de las escuelas quienes son el motor y la mejor energía para seguir pedaleando.

Para ver la nota: http://www.cadenasurchaco.com.ar/peruano%20alonso%20perez.htm

fam. Tessaro, Villa Angela

ruta tierra

Escuela Nº 452, Villa Berthet

Maestros escuela Nº 452

personaje

fam. castillo, villa berthet

changuitos del sr. kujañuk

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Campo del cielo – General Pinedo

Cruce el límite imaginario que separa las provincias de Santiago del Estero y el Chaco y doble hacia la derecha por un camino de tierra durante 13km. Píguem  n´ Onaxa es el nombre de la reserva natural-cultural provincial que me albergó por 2 noches. Su nombre, en lengua aborigen Toba, significa “campo del cielo”; hace referencia a meteoritos que cayeron hace siglos –algunos de los cuales se pueden apreciar- y que han perdurado en la tradición oral Toba a través de mitos.

La reserva cuenta además con un sendero de interpretación de muchas especies arbóreas del monte chaqueño. De esta manera, aproveché para entrenarme en el reconocimiento de dichas especies, recordando mis clases de dendrología en la universidad e identificando los caracteres más saltantes. Esto último, sumado a preguntas cotidianas que se suelen hacer al conversar con la gente, le permiten a uno familiarizarse con el componente forestal y sus usos. Por mencionar un caso, está la presencia de varias especies del género Prosopis: el algarrobo blanco (Prosopis alba) y el algarrobo negro (Prosopis nigra). El blanco es muy usado para muebles y el negro para hacer carbón. Al preguntar por ejemplo porque no hacen carbón con el algarrobo blanco, obtuve respuestas como: Se cristaliza y quiebra fácilmente, no tiene peso.

En campo del cielo conocí a Mariela, guadaparque de la reserva, y su hija Guadalupe de 3 años quien se refería a mí como el bicicletero. Muy lindas personas.

Luego de ese descanso seguí al pueblo General Pinedo (a 57 km) y logre entrevistarme con gente de la municipalidad quienes gentilmente me dieron hospedaje. Planeaba seguir pedaleando rumbo al este al día siguiente cuando Celso y sus amigos, a quienes había conocido en el municipio, me hablaron de una ladrillera: la ladrillera de Don Cejas. Y es así que termine dejando el hospedaje y estableciéndome en una suerte de villa con calles de tierra, fachas (amigo, compadre) en cada esquina, y la infaltable cumbia villera. El trabajo resultó –como era de esperarse- duro y agotador. Sin embargo, esos días quedaran marcados también por los viajes llevando ladrillos (a caballo en sulky, zorra, volante), los días en el rancho (porque la ladrillera estaba en medio), el futbol con los fachas,  las mañanas de mate con Don Cejas, las largas caminatas a pie libre por las calles de tierra húmeda, el cumpleaños nº4 de Maurito (hijo de Don Cejas) y que resultó ser todo un acontecimiento en el barrio, la conmoción de los vecinos al incendiarse la cantina local un día antes del baile más esperado de la temporada ( y donde surgieron numerosos comentarios: le largaron fuego en horas de la madrugada!, ha sido por envidia la p que los pario!, mira vos si el dueño no lleva la sal en la sangre desde que se le murió la mujer), entre otras cosas.

Muchas gracias a Mariela Tessaro y su hija Guadalupe por  la compañía y el apoyo en Campo del cielo, A la intendencia de General Pinedo y el hotel Parra, a Don Cejas y su familia por la oportunidad de trabajo y por acogerme tan gentilmente. A los amigos del barrio Ángel Rosa y los compañeros de la ladrillera. A la escuela Schelling.

ruta chaqueña

sulky

ladrillería

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